domingo, 21 de diciembre de 2008

Semiausente LXI

Te tenía frente a mí. No imaginas las veces que mis ojos se posaron en ti para deleitarme con tu sola presencia. Mis manos temblaban y todo lo que tenía contacto con mi ser caía sin cesar. El recargado aire se volvía aún más pesado mientras ojos ajenos miraban sin pausa ni respiro alguno.

Me abraso en el infierno pero -aún así- te miro. Sigo mirándote porque es algo que me gusta hacer. Te miro y remiro, te observo y reobservo. Doy gracias a mis ojos, porque con ellos puedo mirarte, que es mi gran afición. Te miro porque necesito hacerlo para seguir viviendo, te miro... porque no me queda otra alternativa.

1 comentario: