desde el minuto cero.
Sin embargo,
el sentimiento de culpabilidad
se instaló en tu mente,
en tu alma,
en tu persona
y tu perdona.
Encontré el consuelo
de mi desdicha
en las flores,
en los días alegres,
en mis cortos amores
y mis largos
desamores,
en las letras,
en las musas,
en el reloj que nunca marcaba la hora,
en la libertad que siempre anhelé
y que tuve desde el día en que marché.
Construí un futuro
con mis propias manos,
me armé de valor y miré de frente
al miedo.
Ahora, ese futuro es mi presente.
Me gané la vida, simplemente.
Han pasado varios años
desde nuestro hastío irrefutable.
Ambos,
hemos pensado en lo que sucedió
cuando se cruzaron nuestros caminos.
Ahora,
llegó el momento de nuestro
desencuentro.
Un mensaje en las redes sociales
y una solicitud de amistad
ignorados,
bastan para saber con certeza
la importancia
que tienen mis palabras
hacia tu persona.
Ninguna.
No hay nada de valor
en mis letras,
no existe ni un ápice
de interés por tu parte.
Pero no me arrepiento,
volvería a escribirte
si viajara al pasado...
y cometería los mismos aciertos también.