Cansada de las cosas que aquella mujer comentaba, de todas las promesas que me hizo en vano -o que ella misma decía que me hacían terceras personas-, le hablé de mis amigos y -mostrándole mi fe ciega hacia ellos- dije: "Suerte que tengo amigos como los míos. Son de esos que no te dan la mano, ni el brazo, sino que te prestan el cuerpo entero. De los que están ahí siempre, jamás marchan y nunca te dan la espalda. De aquéllos que casi no quedan y escasean por su bondad. De los que escuchan, comprenden y te respetan. De los que, si te estás muriendo, acuden a salvarte".
~Me gusta escuchar el cantar de los grillos dans la nuit~
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