A menos de un metro y medio de distancia, le tenía frente a mí. Dijo aquello que yo creí haber intuido aunque no sabe si sé lo que está sucediendo.
Sí: lo sé. Hace tiempo que lo averigüé y la verdad es que no me importa demasiado; es su vida y no pienso meterme donde no me llaman. Aquel día, sus almendrados ojos me miraron como si quisiesen contarme todo lo que ya sabía. Quería desahogarse conmigo pero sé que no lo hizo por simple seguridad.
Ese mismo día, yo también tenía algo que contar. Pensé en decirle lo que pensaba porque él para mí era mi figura paternal. Quería decirle cómo me sentí al ver aquella increíble persona después de tantos meses: -Recuerdos invadieron mi pesar- Sus labios apenas dibujaron una sonrisa y sus manos temblaron al verme pasar. El ruido de las cajas que cayeron al suelo retumbaron en mi cabeza una y otra vez. Nuestras miradas se cruzaron. Ha pasado una semana y todavía escucho ese ruido mientras evoco su extrema mirada.
No se lo dije. Me hubiera gustado explicarle a mi figura paternal todos mis pensamientos pero no lo hice.
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