¿Por qué
ese abstracto
reloj de pared
sigue colgado?
Sus intrépidas
agujas bailan
al compás
de los minutos,
que pasan
sin querer mirar atrás.
Ese tic-tac
invade mi mente
y alimenta
mi agonía
si la soledad
me da la mano.
¿Por qué
no vuelves?
-dije yo
al segundero.
Y lo hacía,
pero después
de sesenta veces
ese tiempo
tan enormemente
pequeño.
Maldito segundero que de sesenta veces que te regala vida, sesenta te la clava en la frente. Malditos hijos del tiempo que nacen para morir en lo que dura echarlos de menos. Y benditos aquéllos que inspiran en tu mente esas palabras que enciendes. Si por cada segundo muerto, escribes una de tus palabras resucitadoras, esta claro que no es tiempo perdido.
ResponderEliminarUn abrazo muy grande.