Me perturbas

Te pienso. Sí: te pienso. Te pienso, otra vez. Cada día te pienso; a todas horas lo hago. No dejaré de hacerlo aunque quiera... ¿Por qué me ocurre esto? ¿Por qué no te he olvidado? Debería de haberlo hecho ya hace tiempo...

Quisiera odiarte. ¡Odio! ¡Odio, ven a mí! ¿Por qué no vienes? Quiero odiarte, he de hacerlo... no mereces que siga pensando en ti. Pierdo el tiempo pensando en ti -no sabes cuánto me duele decir esto-, tú ocupas la mayor parte de mi mente. Estás ahí: en todas partes. Eres un sueño omnipotente. No. Eres un sueño imposible. Tampoco. Eres una dulce pesadilla, mi dulce pesadilla... ¿Mi amargo sueño? Tú, tú y sólo tú: mi amarga dulzura.

Paranoia, paranoia... ¡No aguanto más! ¡No lo soporto! ¡No puedo sostener más este silencio! ¡No! Quiero hablarte, insultarte si es preciso. Me gustaría verte y, mirándote a los ojos, decirte: '¿Por qué?' Porque yo no sé el porqué y me consumo poco a poco... muy lentamente... ¿Por qué? ¿Por qué? ¿¡Por qué!? Dímelo.

Y yo, niña tonta que ya no llora por ti, procuraré olvidarte. ¿Lograré hacerlo? Es posible... ¿o no? Es algo difícil si aún te quiero. Sí: te quiero. TE QUIERO... a pesar de todo.

Siento que me estoy volviendo loca por momentos. Me perturbas. Tú: mi amarga dulzura.